By Rómulo Gallegos
Publicada por primera vez en 1929, este clásico de l. a. literatura venezolana y latinoamericana narra el apasionado triángulo amoroso entre Santos Luzardo, doña Bárbara y su hija, Marisela. Cuando el abogado Santos Luzardo vuelve a Los Llanos de Apure para reclamar las tierras de su familia, descubre que éstas están en mano de su déspota prima doña Bárbara, que las dirige con mano de hierro y malas artes. l. a. decisión de Santos de luchar por lo que es suyo y los angeles aparición de l. a. hija de doña Bárbara abrirán antiguas heridas y revelarán el trágico pasado de doña Bárbara. El conflicto que se producirá desestabilizará l. a. hacienda y cambiará todo para siempre. Más allá de su ardiente historia, Doña Bárbara simboliza los angeles lucha entre dos fuerzas, el bien y el mal; los angeles civilización y los angeles barbarie; el mundo de ayer y el de mañana. Una historia common de amor, seducción y violentas pasiones.
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Additional resources for Doña Bárbara
L. a. historia de esa transformación, que parecía indicar que el “hombre sin patria” había echado raíces en los angeles tierra, tenía puntos de contacto con los angeles de doña Bárbara. Fue en los tiempos del coronel Apolinar y se estaban haciendo fundaciones en el hato de El Miedo, recién bautizado así. Míster threat, enterado de l. a. leyenda de los “familiares”, quiso presenciar el bárbaro rito, que no podía dejar de practicar l. a. supersticiosa mujerona, y con tal objeto fue a hacerle una visita, que por otra parte le debía, ya que period propiedad de ella aquel palmo de tierra donde había levantado su cabaña. Ver al extranjero, oírlo expresar el deseo que lo animaba, enamorarse de él y trazarse su plan, todo fue para doña Bárbara obra de un instante. Hizo que Apolinar lo invitara a comer con ellos, les cargó l. a. mano al servirles los angeles bebida a que ambos eran muy aficionados, y como el criollo period más débil y tenía los angeles borrachera idiota, no se dio cuenta de las guiñadas de ojos con que el invitado y su mujer concertaron durante los angeles comida los angeles traición que le harían. Entretanto los peones abrían de prisa los angeles zanja donde sería enterrado un caballo viejo y derrengado, que sólo para “familiar” podía ya servir. —Lo enterraremos a punto de medianoche, que es l. a. hora indicada —había dicho doña Bárbara—. Y nosotros tres solamente, porque los peones no deben presenciar los angeles operación. Así es como debe hacerse, según los angeles costumbre. —¡Bonito! —exclamó el extranjero—. Las estrellas arriba y nosotros abajo, echando tierra encima del caballo vivo. �Bonito! �Pintoresco! En cuanto a Apolinar, ni estaba enterado de l. a. costumbre, ni period ya personality capaz de hacer objeciones, y fue necesario que míster possibility lo cargara en brazos para montarlo a caballo, cuando llegó l. a. hora de partir, camino de las fundaciones distantes de las casas del hato. Ya estaba abierta los angeles zanja y amarrado a un poste de los corrales en construcción el caballejo derrengado, víctima del bárbaro rito. Junto a l. a. zanja había tres palas para los enterradores. los angeles noche estrellada envolvía en sombras densas el paraje desierto. Míster threat desamarró el caballo y lo condujo hasta el borde de l. a. zanja, dirigiéndole palabras compasivas, entre ruidosas risotadas que provocaban l. a. hilaridad idiota de Apolinar, y luego lo arrojó dentro del hoyo, de un envión bold. —Ahora, rece usted, doña Bárbara, las oraciones que sabe para que los diablos suyos no dejen que se break out el espíritu del caballito, y usted apúrese, coronel. Ahora somos enterradores y hay que hacer las cosas bien. Ya Apolinar se había apoderado de una de las palas y batallaba con las leyes de l. a. gravedad para poder inclinarse a llenarla con l. a. tierra amontonada al borde de l. a. zanja, murmurando entretanto frases obscenas que parecían causarle gracia, pues se desmigajaba de risa a cada atrocidad que soltaba. Por fin logró llenar los angeles pala y los angeles stabilityó torpemente, yéndose detrás de ella a cada vaivén. —¡Qué borracho estás, coronelito! —acababa de exclamar míster hazard, afanado en su papel de enterrador, cuando advirtió que Apolinar soltaba l. a. herramienta y se llevaba las manos a los ríñones, cimbreándose y exhalando un gemido mortal, para caer luego dentro de l. a. zanja, con su propia lanza hundida en los angeles espalda.