By Ernst Jünger
Se cierra con este volumen uno de los documentos memorialísticos más completos y representativos del siglo xx, que Ernst Jünger inició con su Diario de los angeles primera guerra mundial, prosiguió con los diarios que dedicó a su vida como oficial de l. a. Wehrmacht en el París ocupado de los años cuarenta y culminó con los angeles serie de Pasados los setenta, que ahora llega a su fin. Jünger, que en su juventud llevó una existencia azarosa y en su madurez cultivó un saber fáustico y common, se acerca en estas páginas al tramo ultimate de su vida como un viejo guerrero convencido de que «la esperanza llega siempre más lejos que el temor». En esta entrega, que finaliza en 1996, dos años antes de su fallecimiento, Jünger nos regala nuevos comentarios sobre sus autores más queridos —compañeros fieles como Nietzsche o Schopenhauer— así como sobre su vida de lector apasionado; reflexiona acerca de su vida en los frentes bélicos y se obsesiona con el ambivalente influjo de los angeles técnica en nuestro tiempo; finalmente, como un nuevo Linneo en su jardín, describe maravillosamente los efectos de las estaciones en los angeles naturaleza que le rodea en su refugio de Wilflingen.
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Es sabido que el ministro de Propaganda prohibió a los angeles prensa que mencionaran mi nombre con ocasión de mi quincuagésimo cumpleaños. * Goebbels se suicidó justo un mes después de ese aniversario, así pues no debería tener poca importancia para él. Durante todo el periodo del Tercer Reich anduvo ocupado conmigo: el Archivo Federal me envió una nota de prensa del 17 de noviembre de 1933: “Se ruega a los periódicos que no mencionen los angeles carta de Ernst Jünger a l. a. Academia de las Letras”. �El Archivo Federal añadía: “La búsqueda de otras instrucciones referentes a usted llevaría muchos días. Pero el Archivo Federal no posee el own necesario para poder ocuparse de ello oficialmente”. �Hasta aquí l. a. cita. Sólo estas indicaciones de prensa del Ministerio de l. a. Propaganda deben comprender ochenta volúmenes, y como hay además otras montañas de actas, incluso los extensos diarios de Goebbels, es de suponer que aún saldrán algunas cosas a los angeles luz. En el próximo volumen de mis diarios incluiré algunos fragmentos. �De nuevo sobre los angeles resistencia. Un autor en mi situación no necesita formar parte de ella: él ataca. Hoy me pregunto para qué girar con los angeles máquina del tiempo, de l. a. que, en cualquier caso, salen cosas desagradables, y ponerse a sí mismo y a otros en peligro. Si entonces me hubiera contenido y dejado que l. a. gente pereciera por sí misma, tal vez mi hijo hoy estaría con vida. Pero ése es un capítulo aparte, y ojalá siga siéndolo... Sobre el comportamiento en los angeles guerra civil doy algunos consejos en los angeles emboscadura, y no añado nada más a mi pronóstico acerca de acontecimientos futuros en l. a. tijera. �Nunquam retrorsum. En lugar de perder el tiempo con stories recuerdos, debería dedicarme a una nueva, a una penúltima aventura. Carl Schmitt le dio un nombre en una de sus últimas cartas de nuestra correspondencia a lo largo de cincuenta años: el viejísimo. No he encontrado aún su estilo, no he concebido aún el esprit de mon âge [espíritu de mi época]. Pero es una aventura cuando los muertos se acercan no sólo en sueños, sino más vivos que nunca. �Con buen sol hago pompas de jabón en el jardín y en sus flores: son l. a. alegoría de lo perecedero. Y son bonitas». Wilflingen, 1 de noviembre de 1992 Desde el punto de vista histórico al Estado mundial le precede un Accio. * En eso están de acuerdo todos los augures y esa expectativa ha llevado a los enormes armamentos de los grandes imperios durante los angeles segunda mitad de nuestro siglo. No obstante, los angeles suposición que hace poco apunté en l. a. tijera de que tal vez Accio �se quede en nada»* parece cumplirse con el sorprendente ultimate de los angeles guerra fría. Eso podría significar que el tránsito a un Estado mundial ha tenido lugar ya, sin que se haya percibido. los angeles política ha sido superada por las ciencias naturales y uniformada por l. a. técnica. �La técnica es el uniforme del trabajador» (El trabajador, 1932). Que probablemente nos ahorraremos un Accio, no sólo por mar, tierra y aire, sino también en el universo, evidentemente no pone fin al poder, sino que lo cambia de lugar.